En cuestión de meses, la pandemia de coronavirus ha desbordado los hospitales de todo el mundo, ha matado a miles de personas, ha perturbado los viajes y el comercio y ha sumido a las economías en una crisis mundial sin precedentes.

      Pero mientras la atención del mundo se centra, con razón, en estos acuciantes problemas económicos y de salud pública, no debemos perder de vista el reto del cambio climático global.

      Dado el colapso de la actividad económica mundial, es casi seguro que las emisiones de dióxido de carbono disminuyan este año. El año pasado, las emisiones se estabilizaron incluso cuando la economía mundial creció.

      Pero no veo motivos para celebrar el descenso de las emisiones provocado por el coronavirus, un descenso que puede haberse visto precipitado por las muertes prematuras, el sufrimiento generalizado y las dificultades económicas. A medida que la economía se recupere, las emisiones volverán a repuntar.

      Los gobiernos abordarán esta crisis sanitaria. Deberán tener en cuenta los retos climáticos a los que nos enfrentamos a la hora de elaborar medidas destinadas a ayudar a la economía mundial a recuperarse de esta conmoción extraordinaria. Sus paquetes de estímulo deberían aprovechar las oportunidades evidentes de crear empleo y mejorar las infraestructuras críticas, acelerando al mismo tiempo el importante cambio hacia las energías limpias.

      El sistema energético de cada país tiene sus propias características, y el uso de los recursos públicos debe adaptarse a cada situación. Pero hay cinco grandes áreas en las que los gobiernos pueden actuar:

      Estimular la demanda mediante el programa «Dinero por chatarra»: el gasto de los consumidores tiende a caer bruscamente durante las recesiones económicas, por lo que los gobiernos deberían animar a la gente a volver a comprar artículos de gran valor como coches y lavadoras. Centrándose en incentivos económicos para mejorar la eficiencia energética de una amplia gama de artículos domésticos clave, el programa «dinero por chatarra» estimulará la demanda de los consumidores y conseguirá una reducción duradera de las emisiones.

      Situar el empleo en energías limpias en el centro del paquete de estímulo: aunque el coste de las tecnologías eólica y solar ha caído drásticamente en los últimos años, aún no han alcanzado el nivel de inversión necesario para cumplir los objetivos climáticos internacionales. El apoyo gubernamental a los parques eólicos y solares es una forma rápida de crear nuevos puestos de trabajo en toda la cadena de suministro. Las inversiones en eficiencia energética también tienen importantes beneficios para el empleo; los anteriores paquetes de estímulo en Estados Unidos y otros países han proporcionado un número significativo de puestos de trabajo al estimular la demanda de trabajos intensivos en mano de obra para mejorar los edificios, de modo que utilicen menos energía para calentarlos en invierno o mantenerlos frescos en verano.

      Construcción de sistemas de energía de última generación: al igual que millones de adultos y niños se encuentran de repente atrapados en sus casas, el coronavirus ha desencadenado intentos masivos de trabajar y tomar clases en línea. Esto subraya la cuestión: nuestra sociedad no sólo depende de Internet, sino también de un suministro de electricidad asequible y fiable. Las redes nos están ayudando a superar la crisis actual, pero aún no están preparadas para un futuro más electrificado, en el que la energía eólica y solar representen una parte cada vez mayor de la generación de electricidad. Las inversiones para reforzar nuestras redes e integrar tecnologías digitales inteligentes en su funcionamiento deben ser una prioridad en todas partes.

      Desarrollar y ampliar las tecnologías energéticas de nueva generación: No existe una solución única o sencilla para abordar el reto climático mundial. Requerirá el uso de una amplia gama de tecnologías energéticas diferentes. Las baterías, el hidrógeno y la captura de carbono, en particular, son tres tecnologías que se encuentran en una coyuntura crítica en la que la fabricación y el desarrollo a gran escala pueden transformarlas en elementos importantes de una transición energética limpia mundial. Un fuerte impulso del programa de estímulo podría ayudar a estas tecnologías a alcanzar escala y hacerlas más competitivas en costes, construyendo así nuevas industrias generadoras de empleo en el proceso. A través de los fondos de capital riesgo para la energía y la inversión en I+D específica, la financiación pública también puede sentar las bases de las nuevas tecnologías necesarias para cumplir el creciente número de objetivos de emisiones netas cero fijados por los gobiernos, incluido el del Reino Unido.

      Atraer más dinero privado: todos estos esfuerzos serán más eficaces si los responsables políticos elaboran los planes energéticos más amplios, claros y a largo plazo que buscan los inversores privados. Conseguir que las señales de precios sean correctas eliminando las subvenciones a los combustibles fósiles o la tarificación del carbono, o facilitando préstamos y coinversiones para proyectos de energías limpias, puede ayudar a reducir muchos de los riesgos que hasta ahora han desalentado la financiación privada.

      Hoy estamos viendo la importancia crítica del liderazgo gubernamental para responder a la crisis coronaria. Este liderazgo también es necesario para impulsar la transición hacia las energías limpias. Según los análisis de la AIE, los gobiernos impulsan directa o indirectamente más del 70% de la inversión energética mundial.

      Tenemos dos curvas: la curva de la infección por coronavirus y la curva de las emisiones mundiales, y tenemos que trabajar rápidamente para llevarlas a una trayectoria descendente. Ninguna de las dos es fácil. Pero con una acción y una cooperación inteligentes y oportunas, los gobiernos pueden garantizar que logremos ambas.

      Por Fatih Birol